XIII

Me despierta el olor a café caliente. Abro los ojos y giro sobre la cama, y desde allí miro a través del marco de la puerta. Veo algo de luz, escucho la voz Lucía cantando una canción a los mellizos mientras prepara el desayuno.en la cocina, y sonrío. Estoy vivo.
Repaso mis últimas horas 
—¿Qué estoy haciendo?
Me quedo en la cama unos minutos mirando el techo, y finalmente me pongo de pie y camino hasta el baño a darme una ducha. 
Cierro los ojos y recibo el chorro caliente de agua sobre mis ojos quiero sentir el calor y el vapor subiendo libremente por mi nariz. Después de algunos minutos doy media vuelta, y dejo que el agua caiga con fuerza sobre mi espalda.
Salgo de la ducha, me envuelvo en un grueso toallón y me siento sobre la tapa del inodoro para seguir aspirando el vapor, antes de que se condense, y se pierda y que no queden, entonces, más motivos para permanecer dentro del baño.
Busco en el placard  un jogging, una remera de manga larga, medias y unas zapatillas viejas y me voy vistiendo por el pasillo. Al llegar a la cocina, Lucía aplaude:
—¡Miren quién llegó! ¡Papá!
Y los mellizos sonríen, saltan en sus sillas y agitan sus bracitos y sus piernitas. Antonio tira su mamadera al piso, Tobias comienza a masticar su babero. Me acerco a Lucía, la rodeo con mis brazos y la beso en el cuello. Ella me acaricia suavemente la mejilla.
—¿Pudistes descansar? —asiento. Luego me agacho, levanto una mamadera del piso, y me siento en la mesa a desayunar.
Pruebo el café en silencio, y cierro los ojos, sé que Lucía me está mirando mientras se prepara una tostada con mermelada.
—Está muy rico —digo con una sonrisa. Ella asiente, deja la tostada sobre el plato, apoya los brazos sobre la mesa, y me mira
—¿Estás bien?
—Sí, sí, algo dormido todavía. Pero estoy bien.
—¿Cómo te fue ayer con Fernando? volviste tarde...
—Sí, se hizo tarde, quise acompañarlo todo lo que pude. No lo vi bien, ¿sabes?
—¿Pero qué pasó esta vez? —en su tono se filtraba el tedio de una situación muy repetida.
—No sé bien, viste como te cuenta las cosas Fernando, empezaron a discutir por una cosa, y terminaron a los gritos, y con Guada llorando encerrada en el baño. No salió hasta que Fernando hizo un bolso y se fue del departamento. Está parando en un depto que tienen los padres.
Lucia me miró apenada
—¿Pero por qué no se separan de una vez por todas? —se preguntó, impaciente.
—Porque les debe resultar muy doloroso —propuse.
—Bueno, pero así no pueden seguir...
—Y no, así no pueden seguir —confirmé.
Un rato más tarde, mientras Lucía se duchaba, yo cuidaba a los niños y me preguntaba cómo seguir. Pero a veces el azar resuelve algunas cuestiones por uno, minutos más tarde Lucía se asomó por el marco de la puerta del cuarto y me dijo:
—Me olvidé de avisarte, hoy Alejandra le festeja el primer cumpleaños a Rodrigo en el country, ¿Te dan ganas de venir?
La miré cómo si me estuviese haciendo una broma
—Me imaginé —continúo riéndose—¿El auto no lo necesitas, no?
—No
—Ok, volveremos a la tardecita...
Yo asentí.
Esas horas valían oro, tenía que aprovecharlas al máximo. Dos cuestiones daban vueltas por mi cabeza: conseguir la plata que me faltaba, y explorar  el celular de Sabina hasta el último recoveco en busca de más pistas.
 

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