V

Salí a una noche más oscura y húmeda. En las sombras, la vereda y la calle lucían distintas; miré hacia la izquierda, reconocí las esquinas y supe que había tomado una salida lateral, que desemboca en Bulnes. 
—Siempre me pierdo —admití.    
Sobre los escalones que llevan a la vereda, tres borrachos se pasaban un envase de cartón. Olían a sucio y a orina. Se reían y se burlaban a los gritos entre ellos. No me vieron pasar a su lado; sólo cuando llegué a la vereda uno de ellos interrumpió la charla y con dificultad, balbuceó desde el suelo:
—¿Le llamo un taxi, señor? —giré para mirarlo y decirle que no con un gesto, y comencé a caminar hacia Cerviño.
Recordaba haber visto un cajero automático en la entrada del Hospital. Consulté nuevamente la hora en la pantalla del celular y apuré el paso; quería sacar plata antes de las doce, y aprovechar el límite diario de extracción que imponen los bancos.
Doblé en la esquina y corrí hasta la mitad de la cuadra. Crucé la reja que separa la vereda del patio; a mi izquierda unos zombies boyaban frente al puesto de comidas; sobre la derecha, antes de llegar a la escalera que lleva a la entrada, encontré la cabina verde del cajero automático.
Ingresé mi tarjeta en la máquina, presioné los botones, retiré el dinero y lo distribuí entre mis bolsillos. Luego imprimí el ticket y consulté el saldo y la hora de la operación; confirmé que podría realizar otras dos extracciones durante el fin de semana. Sentí una pequeña satisfacción, que a los pocos pasos -y luego de un cálculo rápido-, me pareció ridícula. 
Retomé Cerviño, caminando lentamente en dirección a Ugarteche. Seguí por el boulevard, y al llegar al Zoológico, subí por República de la India, buscando Santa Fe
Caminaba mientras intentaba imaginar qué hacer, cómo seguir.
—Puedo demorar un rato más en regresar a casa —pensé.  
Al llegar a Las Heras la noche desapareció, y la calle se transformó en un túnel iluminado en exceso. Doblé a mi derecha y seguí el contorno del Botánico para abandonarlo al llegar a Plaza Italia.
Hacia mucho tiempo que no caminaba de noche solo. Me permití estirar ese recreo, avancé tres cuadras, tomé Godoy Cruz, y entré en un bar a descansar, y a seguir pensando.
Elegí una mesa apartada de la barra, y me acomodé de forma tal que me permitiera mirar el ventanal que daba a la calle. Los Doors sonaban  lejos. La barra del lugar estaba ocupada casi en su totalidad; también la mayoría de las mesas. Había varios grupos de muchachos, y algunas chicas conversando entre ellas junto a la barra, o dispersas en otras mesas. Las luces todavía iluminaban el lugar. Era temprano.  
Los minutos pasaron y nadie vino a atenderme. Finalmente me puse de pie, crucé el salón y ocupé un lugar en la barra. Segundos después se acercó el barman y me saludó.
—¿Qué te sirvo? —preguntó con soltura.
— Un whiskey —contesté. El barman sonrió, como si hubiese sabido lo que iba a pedirle, o como si le hubiese divertido mi respuesta. Giró y tomó una botella de la vitrina; me mostró la etiqueta, yo asentí, y sirvió el vaso. Luego tapó la botella, la devolvió a a vitrina y me miró unos segundos. No sabía que quería, entonces llevé mi mano al bolsillo de mi saco al tiempo que le preguntaba:
—¿Cuánto es?
Con un gesto súbito me mostró las palmas de las manos
—No, no, tranquilo, después... —aclaró, luego se alejó para decirle algo a un camarero que lo esperaba en el otro extremo de la barra.
Saboreé el whiskey lentamente, una vieja canción de Pulp me trajo un recuerdo borroso de un viaje veloz y de un concierto brutal y salvaje. Por ese tiempo la conocí a Sabina.
En ese tiempo, yo era otro.




—Y ella también era otra —me dije al repasar la última imagen de ella en la cama del Hospital.
Sacudi la cabeza y alejé al pasado; tenía problemas por resolver, no había tiempo para la nostalgia.

6 comentarios:

  1. Viene bien, Loon, viene bien.

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  2. Ahora... ojo con los errores de tipeo. Veo un par por ahí.

    n.,

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  3. Me matan tus escenas en bares!! Muy tuyo en los relatos.

    Nena

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  4. Looncillo, creo que tarde o temprano voy a terminar soltando unas lágrimas por Sabina... Estoy imbécilmente encariñada.
    Dejo acá por hoy.
    Un beso enoooorrrrme!!

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  5. Sí, es dificil no encariñarse con Sabina...
    Veremos cómo sigue todo...

    Loon

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